domingo, 7 de marzo de 2010

LA HISPANIA ROMANA

I – ANTECENDENTES
Durante el primer milenio a.C. la Península Ibérica es un mosaico de pueblos, tanto de origen indígena como de procedencia indoeuropea sobre los que actúa la influencia económica y cultural de pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo Oriental.
A – Pueblos colonizadores: vienen a la Península Ibérica atraídos por su riqueza mineral y su situación estratégica para el comercio del estaño de las Islas Británicas. Se asentaban en la costa, en pequeñas factorías desde donde comerciaban con los indígenas cambiando joyas, tejidos y cerámica por cobre, plata, oro o estaño.
1 – Fenicios: Hacia el año 1000 a. C. fundan su primera colonia, Gadir (Cádiz). La mayoría de sus principales colonias (Sexi, Abdera, Malaca) se sitúan en el sur de la costa mediterránea desde donde comerciaron principalmente con Tartessos. Aportaron a la cultura indígena el uso del hierro, la salazón de pescado, nuevas técnicas de fabricación de cerámica y de teñido de los tejidos. Pero su mayor aportación es el alfabeto, base de nuestro sistema de escritura.
2 – Griegos: Llegan algo más tarde que los fenicios y rivalizan con ellos en el comercio con los indígenas. Se asientan en la costa levantina y catalana (Emporión). Introducen entre los indígenas nuevos cultivos y nuevas especies de animales domésticos, difunden el arado y nuevas técnicas en la fabricación de tejidos. Imponen el uso de la moneda en los intercambios comerciales.
3 – Cartagineses: Al ser conquistadas las ciudades fenicias, su principal colonia Cartago, toma el control de las demás y lo hace de un modo militarista e imperialista que le lleva a enfrentarse con los griegos en la batalla de Alalia, a dominar y cobrar tributos a los indígenas y finalmente a luchar con los romanos.

B – Los pueblos indígenas: La etapa de las colonizaciones hasta la conquista romana corresponde en la Península Ibérica a la última fase prehistórica, la Edad del Hierro. La cultura autóctona recibirá la influencia de los colonizadores, diferenciándose los pueblos mediterráneos, más avanzados, de las culturas del interior.
1 – Tartessos: Es el primer estado que surge en la Península. El conocimiento que tenemos de él tiene mucho de legendario. Estaría situado en torno a la desembocadura del Guadalquivir y debió alcanzar un gran esplendor gracias al comercio con los colonizadores. Su economía se basaba también en la minería, la ganadería y la pesca, así como en algunas actividades industriales relacionadas sobre todo con los metales. Su desarrollo social alcanzaría la diferenciación en clases con los terratenientes en la cima y los esclavos en la base, destacando una rica clase media de comerciantes. De su rica cultura lo que más nos ha llegado es una bella orfebrería relacionada sobre todo con los rituales funerarios. No se conocen las causas que provocan la decadencia de este pueblo hacia el siglo VI a. C. y su desaparición como estado en el siglo siguiente.
2 – Los Íberos: Son un conjunto de pueblos independientes entre sí pero que tenían muchos aspectos sociales y culturales comunes. Se sitúan sobre todo en la costa mediterránea y valle del Ebro y son los más influenciados por los colonizadores. Vivían en poblados amurallados en los que se han encontrado necrópolis y santuarios con gran cantidad de ofrendas y exvotos. Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, dominaban el hierro y desarrollaron con los colonizadores un próspero comercio con monedas de acuñación propia. En su sociedad, altamente estratificada tenían gran importancia los guerreros entre los que se establecían fuertes lazos de fidelidad personal. Poseían su propio sistema de escritura que no podemos traducir. Entre sus ricas manifestaciones artísticas con fuerte influencia oriental destacan la escultura, la cerámica y la orfebrería (la Dama de Baza o la Dama de Elche son ejemplos famosos).
3 – Pueblos célticos: En el centro y el interior de la Península predominan pueblos a los que se llama celtas por su pasado común indoeuropeo. Habitaban en poblados amurallados y vivían fundamentalmente de la ganadería, conocían la metalurgia del hierro y se organizaban en tribus gobernadas por una aristocracia guerrera. Sus manifestaciones artísticas, básicamente abstractas, se plasman sobre todo en su rica orfebrería de oro.

II – LA CONQUISTA
La conquista de la Península Ibérica, que se incorporó al Imperio Romano con el nombre de Hispania, duró unos doscientos años. Tan larga duración se debió a la fragmentación territorial y a la resistencia ofrecida por los pueblos indígenas. El proceso se dividió en las siguientes etapas:
1 – Las Guerras Púnicas: La llegada de los romanos a la Península Ibérica se produjo en el contexto de su rivalidad con los cartagineses. Para frenar el avance púnico por Iberia las tropas romanas desembarcaron en Emporión en el año 218 a. C. La conquista de Sagunto por los romanos dio lugar a la segunda Guerra Púnica. Parte de los episodios de esta guerra se desarrollaron en Hispania, donde Publio Cornelio Escipión Africano consiguió expulsar a los cartagineses de la Península y apoderarse de todas sus colonias.
2 – La conquista de la Meseta: La ocupación del interior peninsular chocó con la fuerte resistencia de los indígenas tanto en la Meseta Norte como en la Sur:
o Las guerras lusitanas: En las tierras de la actual Portugal se levantó contra la ocupación romana el caudillo lusitano Viriato, quien mediante una táctica de guerrillas derrotó durante largo tiempo a los romanos. Una traición de sus seguidores causó su muerte y la derrota de su pueblo. Así los romanos pudieron terminar la conquista de la Meseta sur.
o Las guerras celtíberas: La lucha en la Meseta norte está protagonizada por pueblos de origen céltico como los vacceos y arévacos, cuya capital, Numancia, sufrió un largo asedio tras el cual fue derrotada y destruida.
3 – Los pueblos montañeses: Los pueblos de la franja cántabro-pirenaica, fuera del control del Imperio, realizaban constantes actos de pillaje en los valles del Duero y Ebro. Tras el paréntesis de las guerras civiles que frenaron la conquista, el propio Augusto dirigió una serie de expediciones de castigo contra cántabros y astures. La fuerte represión a la que fueron sometidos permitió tenerlos en adelante controlados, aunque nunca fueron romanizados por completo.

III – LA ROMANIZACIÓN
La romanización fue un proceso de asimilación no sólo lingüística y administrativa sino también de implantación de la organización social, económica y de las formas de vida romanas. Este proceso no afectó a todas las áreas de Península por igual. En las zonas donde la conquista había sido más rápida, levante y sur, también la romanización fue más intensa. La Mesta se romanizó más lentamente. Y las zonas septentrionales permanecieron aferradas a sus tradiciones agropecuarias.
El principal agente de romanización fue la creación de una amplia red urbana que sirvió para organizar la colonización, explotación y asimilación del territorio. Se ampliaron las antiguas ciudades íberas, fenicias, griegas y cartaginesas y se fundaron nuevas para albergar colonos itálicos, soldados licenciados o campamentos militares.
1 – Organización político-administrativa: El territorio de Hispania se dividió en provincias. Augusto creó las provincias Baetica, Lusitania y Tarraconensis (divida después en Tarraconensis, Carthaginensis y Gallaecia). La Bética estaba bajo el control del Senado y las otras dos eran gobernadas por un delegado del propio emperador. Los gobernadores o pretores residían en las respectivas capitales: Hispalis, Emerita Augusta y Tarraco. La unidad territorial era el municipium (una ciudad más el territorio que la rodea) gobernados por los duumviri. Para facilitar la administración de justicia cada provincia se subdividía en conventus. Al frente de la hacienda provincial había un cuestor cuya misión era hacer el censo y recaudar los impuestos.
2 – Organización económica: Los romanos pronto emprendieron la explotación económica de los recursos de Hispania.
Continuaron la explotación de la riqueza mineral iniciada por los colonizadores. Las minas pasaron a propiedad del estado que las concedía en arrendamiento.
Las tierras pasaron a formar parte del ager publicus y fueron repartidas en lotes para ser entregadas a los veteranos de las legiones o vendidas a grandes propietarios. Se empleaban sobre todo en el cultivo de la trilogía mediterránea y proporcionaron a Roma grandes cantidades de trigo, vino y aceite de gran calidad.
La industria, menos desarrollada, produce sobre todo salazones de pescado y el garum, una salsa de pescado macerado de sabor muy fuerte muy apreciada en Roma.
El comercio de estos productos se veía favorecido por una completa red de calzadas que recorrían el Imperio. En Hispania destacaban la Vía Augusta que recorría la costa levantina y la Vía de la Plata que en el occidente peninsular unía el norte y el sur
En el Bajo Imperio, la economía se ruraliza y las villas alcanzan gran desarrollo sustituyendo a las ciudades como núcleos económicos.
3 – Organización social: La sociedad indígena se asimiló a la división social de Roma. Había hombres libres y esclavos. Entre los hombres libres estaban los que pertenecían a la clase senatorial (altos cargos y grandes propietarios de origen latino), los del orden ecuestre (cargos intermedios de la administración) y los decuriones (hombres ricos de las ciudades que participaban en el gobierno de las mismas). El resto pertenecía a la plebe. De estos hombres libres no todos tenían la misma situación jurídica, sólo unos pocos tenían la ciudadanía romana, otros, los más romanizados, tenían la ciudadanía latina y el resto eran súbditos de Roma. En el siglo III d. C. el emperador Caracalla concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio. Los esclavos no tenían derechos ni podían acceder a la propiedad. La mayoría eran prisioneros de guerra y realizaban los trabajos más duros en las minas, el campo o el servicio doméstico.
A partir del siglo III y dentro del proceso de ruralización que acompañó a la crisis, los artesanos y obreros urbanos y muchos esclavos liberados fueron convertidos en colonos de las villas, recibiendo un lote de tierra para su explotación a cambio de una renta.
4 – Cultura y arte: Además de la lengua latina, que se hablaba en la mayor parte de la Península y que pronto dio importantes escritores (Seneca, Lucano o Marcial), los romanos introdujeron en Hispania su religión (asimilando sus dioses en muchas ocasiones a los dioses indígenas) y su arte. Los romanos practicaban un arte pragmático y de propaganda de las bondades del Imperio en el que destaca la arquitectura de carácter monumental y público, destacando las obras de ingeniería (acueductos como los de Mérida y Segovia o puentes como el de Alcántara), los edificios de espectáculos (teatros de Mérida y Sagunto y anfiteatros como el de Segóbriga) y los monumentos conmemorativos (arcos de triunfo de Bará y Medinaceli). La escultura es continuación de la griega, con imágenes de dioses e importantes retratos. Abundan los mosaicos que decoraban los edificios públicos y las grandes villas del Bajo Imperio.

miércoles, 3 de marzo de 2010